La ciudad camina a mi alrededor

Por Sebastián Bertuccio 



La ciudad camina a mí alrededor, abre sus pasos avanzando sobre mi piel. Me ensucio en sus aguas, río Riachuelo querido, escucho tus aguas quietas, sombreado por las edificaciones. Canción que arroja al vasto silencio de tus calles, Buenos Aires, eterno lamento de acuarelas fúnebres. Iré a tu velorio cada noche, cada tarde, en cada migaja de baldosa. Un amor perpetuo como los cafés que me he tomado en vos. Te quiero, solitaria y amiga, en los desiertos de tus orillas nacen los aires que madrugan tu esencia. No te olvidaré cuando sea yo el que ladre mi tumba. En vos he sido millonario y mendigo, testigo de tus ausencias. Despliegue fértil de teatros y canchas, de truco y domingos mansos. Soles tardosos postrados al final de la avenida. 
Amor, Corrientes y Callao. Desespero ciegamente y loco, porque te veo y no puedo dejar de olerte. En los mosaicos de las casas y en las nubes dolorosas. Te oigo tras la ventana regurgitar casi marchita. En el campo se te extraña o se te ignora. Aquí, en la selva de tus bocinas y motores, tocamos tu finitud eterna. 
Buenos Aires, las velas llegan. Amaneciendo en tus sienes, he muerto Buenos Aires estoy en los bosques sedientos de nostalgia. Batiendo las alas de un ángel, dormitando en el aire, sabiéndote cierta y hospitalaria. Nunca y jamás volveré a verte. Seré lo que fui: un polvo de tus entrañas buscando el lecho que acobije mi cuerpo. En la vastedad insondable de mis cenizas. Seré otro cuando te vuelva a ver. Acaso un monje o una puerta. Ya descansaré del arduo camino de buscar un hogar, yendo y viniendo, tocando los timbres de la suerte y el destino. 
Bien, ahora, soy lo que ya no es. Apenas un charco risible, y un adiós de árbol viejo me sale al cruce. Es la muerte ciudad de mi alma. La sangre mía fluye en tus cordones y se cuela por tus cloacas. Peso y moneda, tan corriente en vos como los desvelos y tus faroles nocturnos. 
No quiero olvidarme de nada Buenos Aires, serás vos quien me olvides. Para siempre, en el regazo de tu médula muero sin llegar a tu seno secreto. Muero sabiéndote enigma. Sin más, esta carta será un regalo de todo lo que me diste. Desde niño me amamantaste y nunca vi tanta ausencia junta. Todo se ha vuelto simple me trajo el niño un pedazo de infancia. 
Ya no más, asfalto, vereda, esquina y empedrado. Soy el narrador de tus silencios. Y, mujer que vela crepúsculos y nacimientos, me llevas de la mano para encontrar la clama triste, siempre triste y clara. Una manito sobre la ventana y una carita del otro lado. Así, como un espejo musical, nos vemos bajo la sombra de esos ojos laguna, y senos meciéndose en los charcos. Olvido, inundaciones, vientos, y remolinos, jugando con una galletita. 
Casita linda, ciudad de mis entrañas, te odié tanto como te quiero; te he sabido amarga y dulce como tus olvidos. 

Dos poemas

Por Blanca Correa




I


Un grito gris 

disonante

envuelve como un manto 

la piel seca 

del rostro del abismo. 

Voy por descoloridos caminos, 

mares imprevistos 

en este inmediato día sin sol. 

Susurra un sonido frágil, 

envolvente.  

No conozco esa voz 

se retuerce en algún silencio impostor.




II


La tela transparente 

enmudece la tarde 

y escucho 

tu voz burlona 

humedecer los restos 

del último verano. 

Como un torbellino de luces y sombras 

arrancaste la última gota de sangre 

de tu vientre de viernes.

Y ya no estás,  

y extraño cualquier gesto,

algún rastro.

Acá están todos los silencios 

que lastimaron las palabras.

Mi puño aprisiona

la sílaba del último verso

que escribiste.

Y ahora estoy mirando tu espera dolida 

atormentada.

 

 

 

 

 

 


Pasos de algodón

Por Patricio Aguel


Pasos de algodón,
cosechando con mis pies
pánico ajeno.

Baldío súbito,
deja florecer
mi contraste emocional.

Vírgula imaginaria,
¿qué obstáculos 
me asechan?

El silencio yace 
cediendo protagonismo
Al eco de mi condición.

Rumor de horizontes

Por Leandro Turco



Rumor de horizontes
se pliegan, de bordes nublados
como dientes que roen
senderos del bosque

entre los pasos de silenciosos aromas
se despliega 
todo el susurro del crepúsculo
que avanza y perfora
la creciente de cimientos

así tejen, de las primitivas sombras
deseos de inmortalidad
con que abrazan, al heredero del grito
con que el universo, marca el sacrificio
del que nacen
todos los luceros

Gotas espesas

Por Iannu


gotas espesas

y concentradas

 

la lluvia como lava

te bautiza

 

no te pierdo de vista

te observo lentamente

recostarte en la piedra

 

te separa

del agua:

desperdicio

que forma un nuevo canal

 

agua sucia

residual

verde negra

 

contrasta con tu cabeza

pulida  estrellada

y parece petróleo

 

te apretás

como en una placenta porosa

en posición fetal

 

esperando vislumbrar

el mapa

la habitación

 

llega desde lejos

un perro negro

parece una pantera

corre incansable

como si intentara rescatarte

 

luego se acurruca

a tu cuerpo molido 

soldando un tetris

perfecto


Los ojos, el vano más preciado

Por Patricio Aguel



Entre ventanas que van armándose, 
casas de mimbre 
entre mi ser y mi ser. 
Versos anodizados que nunca se oxidarán.
Gotas que destellan en el cristal de un paño fijo.
Lágrimas que tiznen cada palabra formando un 
triste collage en una hoja de papel.

Dejé un vano en tu habitación para que coloques en él 
un marco acristalado; un atril, un vastidor y pinturas serán tus herramientas para expresar 
todo lo que veas dentro y fuera de él.

El azul mira el rostro perverso

Por Blanca Correa 



El azul mira el rostro perverso. 
La mirada mutilada y áspera. 

Cristales agazapados en la última gota 
de tu espesa sangre dolida.

Y estás ahí, vacía de bordes, desolada 
azules y negros descampados
como un movimiento huérfano.


Sensaciones

Por Patricio Aguel



Olas, en montones, sobre una superficie
corrugada color pastel.

Miradas desnudas disparan anhelos 
en puntos fugases.

Un cielo, un cielo marginado por estrellas
que delatan buen animo:
espera tormentoso las nubes que coronarán su final.

Botes se mecen la melodía impulsada por el viento.

Y el virgen silencio del pescador hace brotar de lo más recóndito de ellos
los secretos presuntuosos de su umbral,
mientras las cigüeñas recorren sus espaldas 
envolviéndolos con sus picos 
y dejándolos caer para que los peces 
los entierren en el fondo del mar.

La vida 
del pescador: el hombre y el mar.

Bajo el vientre del horizonte

Por Leandro Turco


Bajo el vientre del horizonte

se posa el caudal de tu mano

un ramo de suspiros

que se embarcan


de mareas

sin remo que atraviesan

todo reflejo 

con que se bordan los cielos

de aquellos pirineos.



Por bajo las faldas, se esconden casas

que en silencio crecen, oscuras. 


Vas abrazándote a la luna.

Voy mordiendo los muelles.

El lila pastoril

Por Iannu


el lila pastoril
no contorna
el pico nevado

se disuelve
en una liviana
paleta fría
pero cálida

la nieve lila
es el cielo
mojado

y delante:
pinales
que parecen mamushkas
polleras de dama antigua
de tules negros

las casas abatidas
de mano de barro

tiempos de cosecha
y sacrificio
todo se esparce
y se condensa

las castañas
se asan al fuego


La lluvia reina aún sobre tus hombros

Por Ailin Sacomani, Sebastián Bertuccio, Blanca Correa y Iannu


La lluvia reina aún sobre tus hombros.
Y todavía no hay destino para su reinado.
¿Qué piensan los seres que nada tienen para perder?
Y acaso ella desnuda su última luna azul.
El cielo parece una alcantarilla, una cuna quieta y brillante.
Nada que hacer ante la muerte orgullosa.
Cada vez veo más gente bailando en las calles.
          Y el clima cambia todo el tiempo. 


Una débil hilacha

Por Iannu



Una débil hilacha

de luz tardía

gastada raquítica

aún encandila



faltaría una lupa

para agujerear

cada hoja



y ahora

los pétalos a lunares

dejan aún pasar el sol



cada vez más

se arrugan

parecen polillas



hasta quemarse y 

¿desaparecer?



siempre me asombró

la manera en que se esfuma

algo que se quema



ya no queda ojo de buey

para ver la estría de luz

letal



el cielo se volvió vacilante

amplio dilatado:

una alcantarilla con goteras

cuna de agua quieta 

áurea 



Aún el sol

Por Nicolás Darchez



Aún el sol 

y sobre ella el tiempo

todo canta en mi mano

en los silencios breves del gesto

el espacio del sueño

el universo entero

incluso el miedo entre los árboles

aún 

los restos del verso

¿qué piensan los seres 

que nada tienen para perder?

todo canta

y sobre ella el mundo.

Vuelvo sobre el rostro húmedo

Por Blanca Correa



Vuelvo sobre el rostro húmedo

de veranos hambrientos

La noche

sin piel en el silencio,

canta.

Y ella

desnuda su última luna azul.

El día envuelve su agonía

Y en mi puño

una palabra,

amenaza.

El sabor de la muerte

Por Sebastián Bertuccio



Si la esencia estuviera

inscripta en el cielo,

y un ojo infinito en constante vigilia

me enjuiciara a cada paso,

¿qué sería de mí durante el sueño

             o en el silencio de nuestros actos?

             Soy para vos, por haberme hallado dentro tuyo, amor.

Somos a donde vayamos el elemento que doblega al lema

del colaboracionismo: “La humanidad”.

Pero colaborar es otra cosa:

                    es besar una mejilla habitada por enlaces oníricos; es jugar con un niño que

nunca olvidará nuestra presencia jamás, aunque sólo haya sido una vez; es la mirada que

compadece a uno que vende medias en la vereda como disco rayado, y le compra porque

de soledad, todos sabemos; es un pescador que devuelve sus presas al río y aun sin presa

vuelve contento a casa.

A fin de cuentas, es saberse mortal,

y solo un paladar exquisito es capaz de crear. Y, si al fin y al cabo,

hemos de morir, que cada muerte sea una invención,

algo tan único como todo lo creado durante la vida.

Seamos justos, si la fatalidad

es amiga y consejera

hagamos de ella un

enigma que cifre todos los ocasos.



El tiempo es mi percepción

Por Ailin Sacomani



el tiempo es mi percepción

no miro tu reloj

cada segundo, simplemente latía

de aquí nace un universo,

la noche otra vez mentía

¡del dicho al hecho!

como dicen las abuelas

detalles que saltan a la vista de lupa

un paraíso inventado de limonadas y fresias

un húmedo sabor

¿ironía?

claro, yo también lo pensaba

verano